martes, 30 de julio de 2013

No 2

La permanencia como objeto de las prácticas pedagógicas
* Por Cesar Augusto Núñez Torres.
Yo me celebro y yo me canto
Y todo cuanto es mío también es tuyo
Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca
Walt Whitman.


Me han pedido escribir un artículo reflexivo-argumentativo, dirigido a los profesores  de las instituciones educativas que participan en el programa Educación para la paz y la convivencia ciudadana, en el departamento del Tolima. El texto debe buscar  respuestas a la pregunta ¿por qué las prácticas pedagógicas en el área ambiental educan para la paz y la convivencia ciudadana? Quisiera desarrollar las ideas a manera de ensayo, y como un intertexto de un excelente escrito de Humberto Maturana (2010) titulado Emociones y lenguaje en educación y política; ademas, proponer una hipótesis, sustentarla y a partir de allí, deducir o por lo menos, seducir al lector en la construcción de unas apuestas políticas con relación a la pregunta en cuestión.
Comenzaría por sugerir como conjetura, en un juego de palabras basado en los principios matemáticos de la ley conmutativa la siguiente oración: la educación ambiental construye paz ó la educación para la paz construye ambiente. Tenemos así los temas del ambiente y de la paz como dos elementos claves para encontrar nuestras respuestas. Iniciemos, entonces,  por la paz.
La paz deriva de la palabra latina pax que denota una condición a nivel social o personal de equilibrio y estabilidad en las partes de una unidad, esto significa moverse dentro de ciertos límites (¿libertades y entendimientos sociales?) o mecanismos de control como se diría en la cibernética; pero además, con una proyección en el tiempo que la hace dinámica, y por lo tanto, irrepetible. Esta interpretación es muy similar a la condición natural del ambiente, su sentido opuesto denota intranquilidad, violencia o guerra y en el sentido del individuo, el odio, la cólera.
Ernst Friedrich Schumacher (1978), en su emblemático libro Lo pequeño es hermoso, plantea dos conceptos importantes; el primero, tiene que ver con la relación entre paz y prosperidad económica. Esta prosperidad se esboza como un centro de desarrollo humano, un punto sobre el cual gira el interés del individuo, que genera conflictos por su visión de poder y es el objeto primordial de la acumulación de riqueza; implica necesariamente la negación del acceso a los recursos a otros, lo que acarrea necesariamente disturbios sociales, violencia y  desplazamiento, entre otros; en últimas, y como consecuencia, no existe la posibilidad de permanencia, entendiendo esta palabra como: duración firme, perseverancia, estabilidad, inmutabilidad y estancia en un lugar o sitio, el poder estar. La permanencia, es el segundo elemento planteado por Schumacher, que nos debe interesar, porque sin paz no puede existir permanencia, sin permanencia no puede existir sociedad, no puede “ser” el hombre. La permanencia se vislumbra como sinónimo de sostenibilidad, tal vez de alguna manera de Desarrollo sostenible
Paz y permanencia.
La paz y la permanencia requieren de un gran compromiso con la tolerancia, con la justicia, la solidaridad, la responsabilidad, como el lema oficial de la República Francesa, nacido del estado de guerra permanente durante la revolución: Liberté, égalité, fraternité, ou la mort!. La paz y la permanencia se construyen con la educación, la comunicación, el respeto y todos aquellos valores que nos hagan dignos como personas; la paz se edifica a cada momento, en cada sitio, en cada espacio vital, en cada niño, en cada joven, en cada sueño, en cada tierra
De otro lado, el ambiente, ese otro concepto base de este escrito, normalmente se establece teóricamente, como todo lo que me rodea, aunque generalmente se asiente sólo como lo natural: el bosque, la selva, la montaña, el río; nos desligamos de él y nos cuesta entender que el ambiente es también lo cotidiano, lo que pasa a mi alrededor mientras escribo esto o mientras usted lo lee. Establece, además, mi disposición o su disposición, de acuerdo con las condiciones en mantener la concentración; es mi lugar de trabajo, el espacio con mi familia, con la sociedad, con el planeta; establezco, además, con él una relación dinámica y de constante transformación, así no sea consiente de él.
Pero, también, el ambiente es algo que me construye, no sólo en lo biológico (soy una interface del Sol y de la Tierra: de la energía y la materia) vengo de  y vuelvo a la Tierra, pues soy ella y soy Sol, la Tierra es la madre, como dicen nuestras tribus indígenas. Por eso es tan sugestivo el título de un artículo de Gustavo Wilches-Chaux (1991), denominado Yo soy mi ambiente, donde Wilches expresa, lo difícil que es determinar la frontera entre el yo y el ambiente; traza más bien una “zona de transición, cuyo espesor varia con las circunstancias”, esto tal vez a manera de excusa para poder mantener la identidad del individuo sin que éste se disuelva en el ambiente. Por esta razón Wilches plantea que “cuando hablamos de «lo ambiental» o de «la dimensión política de lo ambiental», nos estamos refiriendo a nosotros mismos, a nuestras propias vidas como individuos y como comunidad, a nuestras propias condiciones de existencia… En consecuencia, EL DERECHO A LA VIDA y EL DERECHO AL AMBIENTE, son inseparables. Aun aceptando que se tratara de dos derechos diferentes, no se podría concebir en la práctica uno sin el otro.”
Las relaciones anteriores nos llevan a deducir que el ambiente en el que vivo, no es más que el reflejo de lo que somos, pero también sería válido afirmar lo contrario: de nuevo la ley conmutativa, que el ambiente determina lo que somos, o podemos volver el concepto aún más complejo  y afirmar como lo diría Edgar Morin (1996): que es también las dos cosas a la vez. Una interacción dinámica que ha determinado nuestra historia y está construyendo nuestro futuro.
Paz y ambiente.
Cuando saltamos las normas sociales de convivencia,  faltamos a los deberes o son negados nuestros derechos; cuando negamos la igualdad y el derecho al disfrute de los recursos a otros, o en ese disfrute alteramos la condición social de otros, estamos atentando contra la paz, pues rompemos el débil balance dinámico que la sustenta. Cuando a través de la contaminación, la ocupación o el uso desmedido de nuestros recursos, alteramos el débil balance dinámico que la sustenta, estamos atentando contra el ambiente, es decir contra nosotros mismos; en ambos casos, no puede existir permanencia, solo odio, desolación… muerte.
Lo anterior, nos puede llevar a considerar, unos elementos conceptuales que nos permitan responder  a la pregunta y a la hipótesis planteada al comienzo del texto, sin paz no hay permanencia, sin ambiente no hay individuo, sin individuo no hay permanencia, pero lo más interesante de todo esto, es que podemos moldear el ambiente que queremos, podemos soñar con un país real, si queremos; es decir, que exista como espacio físico y que esté acorde con nuestra dignidad humana. También podríamos afirmar, que la herramienta fundamental para esa construcción es la educación. Ante todo, la práctica pedagógica de nuestros profesores; sobre nosotros recae pues, esa responsabilidad de enseñar el camino, esa decisión política que nos separa de la frustración individual y colectiva, del vacio y nos convierte en forjadores de paz, en diseñadores del ambiente, en moldeadores de nosotros mismos, de nuestra existencia
Si las prácticas pedagógicas no permiten construir paz y ambiente o un ambiente para la paz, que asegure la permanencia y la vida digna y feliz de los seres humanos, ¿cuál sería entonces la razón de ser de la educación? Y como en la liturgia, “la paz sea con vosotros…es decir con el ambiente
Post scríptum: Cuando he terminado de escribir este texto, ha muerto un ser humano que cambio y transformo mi pensamiento, que logro que viera el mundo con otros ojos, a través de muchos ojos, se trata de Facundo Cabral, asesinado en Guatemala, cómo él decía se ha mudado, ha cambiado de estado. Afortunadamente nos deja también sus papeles, que nos regalan esta cavilación: “El futuro de nuestro planeta depende de que cada uno se atreva a descubrir  cómo ser más ético y responsable para cuidar su propia humanidad, cómo expandir su espacio y controlar mejor su territorio, lo que le permitirá adquirir una perspectiva más transcendente que ayudara a que los demás alcancen lo mismo a través del cada uno que hay en cada cual, entonces el hambre, la guerra, la ignorancia y la desdicha desaparecerán de la faz de la tierra”.


Bibliografía:
MATURANA, Humberto. EMOCIONES Y LENGUAJE EN EDUCACIÓN Y POLITICA. Edt Dolmen. 2001.
MORIN, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Ed Gedisa. Barcelona 1996. La complejidad y la empresa.
SHUMACHER, E.F. LO PEQUEÑO ES HERMOSO. Orbis. Argentina 1.978
WILCHES, Chaux Gustavo, "Yo Soy Mi Ambiente" En  REVISTA DE LA
UNIVERSIDAD DEL TOLIMA. Vol 6 No 12. Junio de 1.991  p 17.


* Profesor de tiempo completo de la Universidad de Ibagué. Adscrito a la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas. Programa de Administración del medio ambiente y los recursos naturales. 2011

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